Me recordaba a uno de aquellos festivales de música para gente entendida que tanto se daba en los años setenta, sólo que en este caso era en nuestros días, un montón de gente de 40, 50, ó hasta 60 años para arriba moviendo el esqueleto al compás de las cajas de ritmos del doctor house. Un montón de libros de filosofía, poesía y narrativa alternativa, faltaron en la tienda oficial de la gira más larga del mundo…
Una gira llena de cambios ilógicos, un día me vengo a España y otro día me voy a Siberia; un día me voy a Brasil y otra a
En cuanto al sitio, siempre he dicho lo mismo de este tipo de sitios, es muy difícil sonorizar espacios tan grandes como éste, pero The Who en este incomparable lugar tuvieron un sonido impecable; Leonard Cohen fue otro de esos casos, pero la única pega que le pongo, y creo que muy importante, es el volumen del concierto, que cuando aplaudía la gente o coreaba sus canciones o daba palmadas, no se oía nada más que al bendito público, un público anclado a sus sillas por más de dos horas y media, y que ya tras ese momento tranquilo decidió que había que dar a Leonard un homenaje como se merece. Un señor de 75 años que esté de pie más de 3 horas en un escenario, tiene su mérito.
No nos podemos quejar para nada del repertorio, a falta de volumen, muchos temas. A falta de pan buenas son tortas, dicen los sabios; y qué razón tienen… Un primer pase tranquilito, bastante tranquilito diría yo, con todo clásicos, tuvimos al Leonard Cohen judío, tuvimos el Leonard Cohen bohemio, tuvimos al Leonard Cohen picante, tuvimos miles de Leonard Cohens juntos en un concierto. Y repito, un señor de 75 años con ganas de ganarse la jubilación tras su incidente con su agente comercial y compañera que se adueñó de todas sus ganancias mientras él estaba tranquilamente descansando su espíritu en el monte Baldy al Sur de California donde se dedicó a cocinar para su maestro espiritual Sashaki Roshi quien le instruyó para ser monje Zen con el nombre de Jikan (el silencioso) –esto parece una premonición por la avalancha de sonido que tuvimos que soportar, silencio que hay mucho ruido señores y señoras-.
Fue notoria la querencia de Cohen por su disco “I’m Your Man”, del que sólo se quedó sin tocar “Jazz Police”, de ocho temas, siete; y es que este disco es de lo mejorcito que tiene, cuando se apuntó a las nuevas tecnologías que dieron marcha a su música, acompañado siempre de las cantantes más guapas y eficientes, resaltar aquí temas como “Everybody knows”, “I Can’t Forget”, “I’m Your Man”, y para el broche final el obligado “First We Take Manhattan” y “Take This Waltz”, que fue uno de los momentos álgidos en los que la gente se vio abrigada por el misterio del judío errante.
Todo el mundo esperando la avalancha instrumental y no acababa de llegar, y quizá eso del Cohen silencioso era de verdad y todo. Empezamos a escuchar los primeros arpegios del “Avalanche” en un par de canciones, pero no materializó la mágica canción, y sonó “Suzanne” y otra del disco que interpretó fue la también obligada y triste canción –que a mí personalmente fue una de las que más me emocionaron, que es “Famous Blue Raincoat”-. Otro de los grandes temas que por supuesto no podía faltar es “Hallelujah”.
Temas lentos, melancólicos, poéticos, aterciopelados, acaramelados y amargos, son los que han dado a Leonard Cohen esa fama de ángel exterminador de las buenas obras; y es que él lo decía, cuanto peor van las cosas en el mundo, para mí mejor. Es un profesional del buen estar y del buen tratar a la gente. Y por supuesto, hablar del grupo que lleva en esta gira que es de auténtico lujo, entre otros tiene dos hermanitas –Charlie y Hattie Web, las soul sisters-, Sharon Robinson destacada corista de Diana Ross y un sinfín de prodigiosos músicos que fueron desfilando, saltando y quitándose la gorra ante el Cohen con sombrero de joyero judío de Nueva York. Todavía se me pone la piel de gallina recordando algunos temas y sintiendo ese ambiente mesiánico que había… Pero fue tanto el repertorio que no me puedo olvidar, no me puedo olvidar, pero no recuerdo el qué…
Una torre de canciones interminables, que fueron un regalo. Un torrente de sonidos sin un volumen adecuado; pero al menos me quedo con que el vejete de 75 años de signo Virgo, hace honor a su signo –creativos, introspectivos y maniáticos-.
Un vasito de cava te podías tomar por 4 €, la caña a 2,60€ y el cachis a 7,50€, las camisetas con el signo coheniano de los dos corazones formando una estrella de 6 puntas a precio de 30 €, algún DVD a 20€, insignias metálicas a 6€ y un montón de regalitos que teniendo ganas de gastar podías adquirir sin ningún problema. Sillas nuevas que olían a nuevo petróleo recién refinado mezclado con resinas, unos asientos puestos malamente con lo único que podías ver es cabezas moviéndose caóticamente y a descompás; problema que con un buen entramado de mecanotubo y unas sillas en pendiente para evitar esto.
Por lo demás, nada por mi parte. Todo mi respeto a un señor que lleva acompañándome desde que le descubrí en la tele en el 1987 con aquel disco de cantautor-house-fatalismo, llamado “I’m Your Man”, que tenía una marcha del copón. He vuelto a desempolvar mis discos apilados en una estantería y he sacado los otros 3 que completan mi colección en cedé, que son “New Skin For The Old Ceremony”, “Death Of A Ladies’ Man” y el magnífico “Songs Of Love And Hate”, que es mi favorito sin duda.
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