Dicen que el piano es un instrumento de percusión, más exactamente es una mezcla de un instrumento de cuerda con percusión aplicada y bastante complicado de tocar, las notas están preestablecidas y debe estar afinado, si no, no sonará bien. Se puede tocar con los pies, con la cabeza, con el culo, y cáspita, se puede tocar con las manos. En los cánones de las buenas conductas pianísticas, el piano lo tocan grandes virtuosos, muchos de ellos de la música clásica y también la orientación al jazz es otra disciplina a tener en cuenta.
Michel Camilo es uno de esos pianistas capaz de comenzar de forma salvaje y tener a la gente comiendo de su mano, puede hacer un tema lento y hacer llorar con esos silencios y largos tan tristes a lo Coltrane y a lo Miles. Parecía que Michel Camilo conocía muy bien este escenario rodeado de una carpa blanca, buena organización, no dejando pasar ningún objeto peligroso, la única pega que le pongo es que no había bar dentro del recinto, y para ver jazz, por lo menos para mí, me hace falta tener una buena copa en la mano para disfrutar del mágico momento de las teclas percutidas.
Acompañado de dos excelentes músicos, maestros de ceremonias y maestros reposteros del mejor jazz fusión, jazz latino, o como lo quieran llamar, lo cierto es que el esfuerzo para el bolsillo con 25 €, para sacar una entrada BBK, ha merecido la pena, y con creces; se notaba que tenía ganado al público desde un inicio. Es curioso cómo la gente a veces no es tonta y sabe apreciar un músico de verdad.
Pecando a veces de bruto dando candela a diestro y siniestro a las blancas y negras, Michel se comunicaba con sonrisas con su contrabajista, y en cada nota vital ponían ese toque personal y latino a todo lo que hacían. En cuanto al baterista, todo un virtuoso de los timbales, platos, caja y bombo, delicado cuando se requería y extremadamente agresivo en los momentos álgidos del concierto.
El concierto comenzó con un tema exultante de ritmo y lleno de energía; fue presentar a Michel Camilo Trío y arrancar en aplausos el respetuoso público que allí se daba cita. La verdad que no se puede empezar con tanta energía y sacar del congelador al público; eso es un logro, y Michel Camilo es un astro del jazz-latino y de la música universal en general, un virtuoso, compositor y ante todo humilde. Trabajo es la palabra, horas de trabajo es el factor de tiempo, y toneladas de amor en todo lo que toca.
Siguiendo con la misión de poner los puntos sobre las íes, poniendo el dedo en la llaga, cogiendo al toro por los cuernos, y no soltando la capota sobre un ruedo lleno de flores olorosas, Michel Camilo no se cansa de hacer ejercicios de dedos con las teclas de notas puras y tocando el ébano entre todas las notas que como balas se clavaban en los tímpanos, el cerebro humano no acaba de digerir el sonido incesante del mejor jazz latino. Todo un lujo poder sentir en propias carnes este lujazo musical, para luego ir a la jam session en otra taberna donde se juntan todos los doctos en esta difícil disciplina; allí estaba el teclista de Cherry Boopers, los más osados blueseros de las noches de jam de Residence Yahvé Mediavilla e Israel Santamaría, había un montón de conocidos, desconocidos por conocer, y conocedores de lo desconocido. Se puede decir que allí descubrimos el verdadero sentido del jazz: el poder de emocionar.
Un buen amigo fotógrafo fue compañero de batallas durante toda la noche, y el plan se alargó hasta tarde. Un gazpacho Alvalle – toque andaluz, agua congelada para descongelar mientras duerme, pone el ventilador en su habitación para alejar ronquidos de su aita que ronca como un cochino cabrón, es lo que iba a hacer al día siguiente: es un buen plan para el fin de semana, toneladas de humo mezclados con punzantes cenizas en el aire, sonidos roncos surcando el aire y la frescura de la música en directo. Como diría Juan Claudio Cifuentes: esto es jazz entre amigos.