MARTINIS CON PETA-ZETAS Y DJ LITTLE HOBBIT EN HOBBITON 2008 D.C.
Ésta fue la frase más oída en la mañana: TIENES MÁS PELIGRO QUE EL BARRETT EN UNA MARTINI SESSION… Pero yo añadiría, que todos tenéis más peligro que yo juntos. En cuanto entré por esa maldita puerta como diría aquel cronista radiofónico, encontré la típica estampa singular de una chica de unas reducidas dimensiones capaz de poner “lo puto peor de los ochenta”, nostalgias y cosas algo serias, y otras mucho menos serias. En realidad no hubo nada serio. Fue una señal y no precisamente divina la que me indicó que el sábado por la mañana había un peligro de quedarse hasta las tantas bebiendo marianitos preparados y bailando al son de TOA TOA TOA TE NEZECITO TOAAAAA.
Desde los Ewoks hasta Duran Duran, estuvimos jugando con Enrique y Ana y su“amigo Félix”, una apología del suicidio que me dilucidó el amigo Bosco el Tosco y sus elucubraciones mentales, sus ojeras pronunciadas y sus melenas al viento, con esa frase en el estribillo: quiero ir contigo a jugar un ratito. Hubo un poco de todo, un poco de ginebra, un poco de perucci, un poco de fernet, un poco de mucho… Infinidad de piscolabis, aceitunitas y cebolletas. Lo que es una Martini Session normal pero multiplicado por cuatro, cuando la gente, bailaba Rafaela Carrá, coreaba canciones que todavía no se habían pinchado.
Y aquí está el producto estrella de la mañana y del resto de la tarde-noche, haciendo botar nuestras bocas, narices, oídos y cerebros. Son los famosos polvitos que te metes en la boca y saltan de la lengua al cielo del paladar. Eran los Peta-Zetas o Zeta-Petas, a gusto del consumidor. Saliendo del Residence, la gente fue a devorar pinchos y más mejunjes peligrosos, cafés a mansalva, y más pinchos, raciones de percebes, caracolillos, vamos cosas que tengan que ver con la famosa escena de la película ESPARTACO, con Tony Curtis haciendo de sirviente, marisco para viciosos.
En peregrinación por las mecas de la perdición de las tardes sabatinas en Bilbao, estuvimos allí casi la plana mayor de la candidatura a martini-maniacos del Residence, cogiendo vía Bixtrot, en otros dialectos como el chiquitistaní sería “Fistros”, unos pinchos de revueltos de setas impresionantes para llenar el buche, y alguna que otra gamba momificada con queso en lonchas, hacían de mis papilas gustativas una cascada de sabores mezclados, y más café…
Luego al Malcontento, este bar que se ha abierto apenas hará un mes, que nos perdone el amigo Javier Pino por la chapa y los incovenientes que pudimos causar, pero los caracolillos estaban buenísimos. Le pregunté a Javi: ¿por qué se llama Malcontento el bar? Y me dijo: mira mi cara… Desde ahí la gente fue desfilando y sólo quedamos 3 incautos peligrosos vagando hacia un bar de un amante escurridizo: un tal Igor. Bueno, aquí se acabó la aventura. Y otro día me iré a comer a tiempo, no vaya a ser que los Peta-Zetas me transtornen el cerebro. Alguno de los presentes se lo esnifó, no quiero decir quién… Pero bueno, ahí queda un testimonio escaneado de la golosina famosa, un entrenamiento para los niños para las drogas duras.