KEVIN AYERS - Joy Of A Toy (1969)
Un loco perdido anda suelto, los
locos andan perdidos por las inmediaciones de la casa de Syd Barrett y creen en
lo que hacen y en sí mismos, porque saben reunir a todos los lunáticos de la
tierra juntos. El caso de Kevin Ayers es otro de esos casos únicos e
imposibles, pertenece a ese club selecto de los imposibles.
Adentrarse en el mundo de Kevin
Ayers no es peligroso, sino que definitivamente es tóxico y peligroso. Miembro
fundador de Soft Machine, ha tenido una gran influencia en el rock progresivo,
y ha tenido un montón de colaboraciones, con músicos igualmente influyentes
como Syd Barrett, Brian Eno, Mike Oldfield o John Cale.
Hace nada he visto que los de la
Harvest, sello perteneciente al grupo EMI, ha editado su discografía
perteneciente al período que comprenden los años 1969 hasta el año 1974 en una
colección de 5 discos. Y voy a comentaros el disco que hasta ahora más me ha
impactado, que no podría ser otro que el primero “Joy Of A Toy” de 1969.
La primera sensación que me viene
a la cabeza cuando empiezo a escuchar el disco, y comienza a sonar algo así
como un silbato de perro, pero bien fuerte, tanto que no parece un silbato de
perro, sino un sintetizador tan sintético que no parece ni un sintetizador ni
un silbato de perro. Dicho todo esto, la canción que da inicio al disco, es una
canción festiva, psicodélica, con movimiento y muy absurda, una amalgama de
fanfarrias se alían para colgarnos por las pelotas y cantar esa canción
absolutamente absurda y genial a la vez. Me podría tirar un día entero
tarareándola. “Joy Of A Toy”, es la mejor diversión que podría tener un niño en
el año 1969.
Segunda canción, una canción
triste en apariencia, pero la verdad es que nos aporta una sensación más bien
apática sobre las vivencias de una ciudad, sus habitantes, sus conversaciones
cotidianas; hay que hacer hincapié en un par de maravillas de esta canción, que
es el doble punteo de guitarra con un fagot, si no me equivoco. “Town Feeling”
es el hastío de la primavera y el otoño juntos, un verano calenturiento y un
invierno que disfrutar. Congelemos nuestras ideas.
Tercera canción, una de los temas
moviditos y con guiños a la incipiente cultura mod. Sin dejar de lado los
arreglos orquestales, el melotrón, las guitarras con pedales fuzz, y esa voz
burlona de Kevin Ayers, nos hablan de una chica que monta en una Lambretta. Es
divertida, es burlona, es la reina del escapismo y si quieres estar con ella,
tienes que ser decidido y perseguirla a su montaña secreta. Ella es Clarietta,
y monta en una Lambretta.
Cuarta canción… Ummmm, es de
estas canciones en las que antes de darle al play, das un suspiro y piensas en
que lo que viene es de esas canciones-joya. Es una canción tan perfecta que
hace llorar, muestra la belleza de un momento de una forma sencillamente genial.
Es extraña, la mente se retuerce pensando en algo que no logras comprender con
la mente racional, pero se traslada a un estado de éxtasis interno. “Girl On A
Swing”, o la chica del columpio que no para de divertirse en su columpio, el
columpio no para de moverse, incluso sin la chica, las nubes negras y grises
bailan entre sí, la chica siente la necesidad de comunicarse con el viento, y
es así como la canción cobra vida a través de la voz de Kevin Ayers, el piano
es clásico, un melotrón es más que un instrumento, es un animal, y una guitarra
sucia se introduce en la mente del que la escucha. Y sólo es una chica que se
columpia sola…
El quinto tema me recuerda
bastante a los ambientes de Zappa, las blancas y negras crean unos entramados
musicales complicados y bellos a la vez. Es posible que el ácido actúe en todas
las canciones de Ayers, pero hay una claridad patente de fondo sobre las cosas
de las que habla, una realidad desordenada pero con un cierto sentido, algo así
como el jazz sinfónico de los Soft Machine que colaboran en este primer disco
con Kevin Ayers. En este tema es muy evidente la colaboración de sus compañeros
Mike Ratledge y Robert Wyatt. El título lo dice todo: canción para tiempos
locos…
Cambiamos de cara y comenzamos a
girar el vinilo, en este caso cedé, pero los créditos me indican que hay cara
b. Salimos de nuestra casa en las afueras y decidimos hacer un viaje en el que
no tenemos ni idea de lo que va a pasar, y qué mejor viaje que uno en tren,
donde hay gente que no sabe dónde va, pero tú quieres saber adónde va y te
haces preguntas. Te haces preguntas como: ¿Son los demás los que están muy
jodidos? ¿Soy yo el jodido? ¿Estoy rodeado de jodidos locos? ¿O soy yo el
jodido loco? ¿Estamos gobernados por jodidos locos? ¿O somos nosotros los locos
jodidos? Según cómo te hagas las preguntas, el tren parará o seguirá rodando
hasta estrellarse. La canción refleja muy bien ese estado de ansiedad de la
gente; hay gente que se lo pregunta, pero la mayoría se dedica a dejarse
contemplar por las vacas desde fuera del tren. ¡Para el puto tren joder, que
quiero bajarme y potar en las vías!
De nuevo damos una vuelta de
tuerca, y topamos con el Kevin Ayers más romántico. “Eleanor’s Cake (Which Are
Her)”; el séptimo tema del disco es típicamente folk inglés, con esa voz
quejumbrosa e inglesa a partes iguales. Los instrumentos de cuerda predominan,
y una flauta travesera adorna la canción con unas notas suaves.
“The Lady Rachel”, es el octavo
tema, y es un tema bastante complicado, no es precisamente melódico, y se deja
entrever una profunda sensación de amargura. En esta época la gente estaba muy
interesada por el tema de los espíritus y el espiritismo, y esto se nota (véase
“La Estación de la Bruja” de George A. Romero), que es todo una lección de brujería
de los años 60, la canción que da título a la película es de Donovan. En esta
canción se habla del mundo de los sueños y el modo de interpretarlos, y también
de la manera de ponernos en contacto con esas cosas que oficialmente no
existen, convertir el subconsciente en consciencia puede ser peligroso, y jugar
con el fuego también.
La novena canción es otra de esas
tonadas bastante disonantes, basada en una canción tradicional de Malasia. Es
repetitiva y paranoica a partes iguales, donde hay unas voces de mujeres un
poquito inquietantes, que cantan el título de la canción “Oleh Oleh Bandu
Bandong”; el tema es una sucesión de improvisaciones aparentemente caóticas,
pero que tienen una dirección, y ésa es captar la atención del escuchante.
“All This Crazy Gift Of Time”, es
la última canción del disco, aunque en la versión de 2012 hay 5 extras; este
tema tiene el extraño efecto de parecer una canción de Bob Dylan versioneada
por Kevin Ayers, guitarra acústica y una harmónica disonante, nos llevan a las
llanuras de Estados Unidos a un viaje a través de un cielo estrellado. Para
acabar un largo día de vivencias está bien. La religión del absurdo también
tiene sus adeptos. Es el tiempo que pasamos contemplando las cosas, lo que nos
da sabiduría, intentar comprenderlas con la mentalidad occidental lo puede
estropear. La música es universal, al igual que el universo, de donde procede
la música, y también nosotros.
No sabía que Syd Barrett había
colaborado con Kevin Ayers, pero en el fondo lo sabía, y el single que se editó
al año siguiente de editarse “Joy Of A Toy” en 1970, cuando Syd Barrett comenzó
su ascensión al cielo lisérgico para siempre. Cuando escuchas la voz de Barrett
combinada con la de Ayers, sabes muy bien que lo que están cantando es infantil
y psicodélico, y la infancia y la psicodelia a menudo van unidas. La letra
reza: “cantar una canción en la mañana,
seguir cantando por la noche, no sé lo que estoy cantando, pero me siento bien”,
y eso es lo que cuenta en realidad, sentirse bien.
Los siguiente 4 temas, están
grabados en la BBC en Top Gear Sessions y grabados el 10 de febrero de 1970,
donde se puede escuchar algún tema del primer disco de Soft Machine. El repertorio es el siguiente:
“Clarence In Wonderland”, “Stop This Train”, “Why Are We Sleeping”, “You Say
You Like My Hat”.
Siempre los primeros discos en
solitario, fueron los mejores, o al menos los más singulares, y “Joy Of A Toy”
es una obra singular y especialmente para los coleccionistas, una pieza de caza
de gran calidad; digamos que es imprescindible tenerla en tu colección privada.