GACELA THOMPSON EN RESIDENCE 13-6-2008
No sé si muchas veces estar en silencio sirve para algo, pero los estallidos de mi consciencia siguen martilleando mi cabeza. El sonido gordo, sordo o sórdido, creo que me gusta pero no estoy tan seguro cuando escucho Chris Isaak, creo que el sufrimiento es lo que le llevaba a escribir canciones como Wiked Game. La vida es así de cabrona en muchos sentidos y muchas veces la cagamos sin darnos cuenta y la arrogancia nos asusta por su perseverancia a través de los días; pero es que más de una vez me he preguntado por qué voy a ver música en directo. Y hay veces que encuentro la respuesta. Pero llego a casa y me encuentro que lo que suena en mi magnetofón no es lo mismo que he escuchado en directo y viceversa.
Lo que he escuchado en el Residence ayer día 13 de junio de 2008, sublima la existencia de cualquier músico, sobre todo después de haber estado vagando desde las 7 de la tarde tomando cafés y tomando cervezas y fumando cigarros hasta las tantas. La camaradería existe, pero la sensación de soledad se apodera de mí a veces, y necesito escribir lo que siento en esos momentos, por muy ridículos que puedan parecer a los demás, pero Dios sabe que lo que hago, lo hago con la mejor intención del mundo, y si alguna vez he herido a alguien ha sido sin la intención de hacerlo.
Bueno, todo esto, creo que no viene a cuento, pero pensaba que podía servir para expresar todo el sentimiento de este grupazo que he visto en directo. Las guitarras, una de Carlos Beltrán, ésta rítmica, y Yavé, con el que pude hablar después del conciertazo que nos ofrecieron en ese templo del delirio musical y la expresión del sentimiento profundo que con esos guitarrazos al final de cada canción o al final de esa estrofa mágica, que magistralmente cantada por esa frágil voz que tanto transmite cuando todos estamos esperando a que algo nos despierte de nuestro letargo. Ese violín al principio haciendo una nota cortante abría las carnes y el corazón a más de uno, sonido más que suficiente como para que desde el principio el depredador no llegara a capturar a la Gacela Thompson…
Pero todo era en vano, porque esa sensación de desasosiego existencial y poesía se hace tan fuerte que no podemos ni emitir un sonido, ni tampoco dar una calada al cigarro, ni tampoco dar una bocanada de aire sin tener miedo a perder un detalle de todo lo que estamos oyendo, porque es tan bello que las mismas lágrimas nos impiden incluso respirar, cayéndonos en las aletas de la nariz. Si alguien nos pide fuego, durante unos segundos estamos pensando sobre lo que nos han preguntado, porque nos ha atrapado la Gacela Thompson con su trotar elegante, para huir de la gran industria discográfica. Ese gran monstruo que engulle todo sin preocuparse en lo que engulle. Pero este proyecto, desde 2000, cuando oía esos programas de radio locales, cuando sonaba ese nombre, de herbívoro veloz en las ondas y podías ir a verlos si te apetecía. Contradicciones de la vida, he tenido que coincidir en este humilde local bilbaino para descubrir a esta pequeña maravilla llamada Gacela Thompson, que gentilmente nos ha hecho sentir por algo más de una hora que la elegancia no está reñida con el murmullo eléctrico de todos los electrodomésticos y baterías de coche de la calle. Su propuesta es delicada y envolvente y por más que me instiguen a ver cualquier espectáculo barato promocionado por un medio masivo, me resisto y voy a ver a estos pequeños grupos que hacen que nuestra vida sea un poco más llevadera.
Viva la amistad, viva la música, viva el vino y las mujeres, viva la noche, viva el amor, vivan esos momentos con Nina Simone en un bar, vivan esos momentos malditos viendo una película de Terry Gilliam, y viva ese cigarro en la ventana expeliendo el último aliento de humo en mi ventana de color blanco. Justo todo esto, aunque pueda parecer contradictorio, es lo que representa la música de gente como ésta. No prentenden nada, simplemente hacer pasar un buen rato y hacer pasar las penurias de la clase predominante y la que se queja todos los días sin tener respuestas convincentes, que va a ver estos rapsodas del día a día. En una palabra: HUMANIDAD.
Al acabar este escrito he empezado a escuchar la penúltima canción de este disco de Chris Isaak – “Lie To Me”, que acompañado de una guitarra pesada, un saxofón melancólico, una batería pesada y un lamento musical que alcanza esa luz reflejada en ese cristal de mi ventana, que no es nada más que un flexo con una bombilla baja en watios, con ese tono melocotón, y vuelvo a desear que todo vuelva a ser igual, cuando ese momento mágico de un concierto de un grupo cualquiera, esperando gustar a un público cualquiera, pueda hacerme sentir esa sensación de cuando un minuto de felicidad, se multiplica por 69 en una hora.
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