Como si se tratara de un cuento perdido en los tiempos, vinieron unos trovadores vagando por los campos de Hungría y Moldavia, cantando canciones manadas de un libro raído por los avatares de la historia, polvoriento después de haber estado mucho tiempo encerrado en un mueble hecho de maderas nobles, y ensalzando su condición de centroeuropeos, traernos su hospitalidad en forma de música celestial en este solar de vacíos sociales y ancestrales, llamado España.
Hacía falta que viniesen los bárbaros para aporrear los tambores fabricados con piel de vaca supongo; de los que se encargaban dos percusionistas que cuando tenían que atender los parches ablandaban las pieles de vaca y las calentaban al son de los sudores ocasionados por el calor del Residence, dos hombres bárbaros que al dúo tocaban dos gaitas húngaras, los cuales soplaban al unísono y mantenían un sonido largo y tribal gracias al cual todos los asistentes al concierto entrábamos en trance místico. Una violinista de reducidas dimensiones y que tocaba el instrumento de forma magistral, ejecutaba notas cortantes y rápidas a través del galope tendido de sus compañeros percusionistas, y por fin una delicia de cantante con una voz limpia y que tomaba té adornaba los compases con cascabeles y percusiones de cerámica –otro tema más para entrar en contacto con los elementales europeos-; el hombre rubio de la gaita –József Szedlák- se encargaba de hacer el dúo con la guapa cantante –Andrea Navratil-.
Allí estaba Osés, el mayor fabricante de albokas de la comarca presentando el evento para los pocos y sibaritas escuchantes de las mejores mieles del centro de Europa; y es que Europa tiene tantos músicos y artistas interesantes en general que cuesta imaginarse el mundo moderno sin la vieja Europa y también la nueva sin olvidar la vieja. IGRICZEK es un grupo de músicos a la antigua usanza, que gustan de viajar por todos los sitios con sus vestimentas antiguas, exhibiendo la bandera de los avatares dorados en sus espaldas, rojos y dorados, lilas y ocres, especialistas en cruces de caminos entre Oriente Medio, centro de Europa, músicas judías, gitanas, moras y por qué no, también de la península ibérica.
Todo un deleite para los sentidos; si cerráramos los ojos y necesitaríamos pensar en un olor, seguramente olería a incienso, si nos tapamos los oídos y les vemos, viajamos en el tiempo hasta
El segundo domingo inolvidable en un local atípico con músicos atípicos y con una gente atípica y con ganas de saber más cada día. Un servidor que al verles, cerró los ojos y se imaginó en las verdes praderas de Centro-Europa.
Os recomiendo encarecidamente este grupazo, que sin llamar mucho la atención, son gente humilde, abierta, y llegan al alma humana; cantan en idiomas extraños para nosotros, pero con una musicalidad impregnada en los versos del pergamino. Yo me compré los dos discos con una estética exquisita, en digipack los dos, con una edición de las carátulas con todo lujo de detalles: fotos, dibujos, letras y aromas a antiguo.
Lobos, mariposas, dragones y serpientes, hiedras enroscadas y campos de trigo, signos que simbolizan el sol, y nosotros con las manos abiertas al cielo a que nos caiga la lluvia purificadora del encanto de Hungría y Moldavia juntas.
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