Ahí salía el hombre tímido y solitario. Pero había un montón de gente dispuesta a aplaudir cada una de sus indecisiones benditas en cada final de canción. Este hombre que en la película de Scorssesse acompañando a
Vino danzando a través del agua, trajo muchos regalos para Montezuma que estaba en la orilla con sus perlas y sus hojas de coca. Trajo a una legión de personajes del universo de Neil, un universo difícil de explicar si no estás inmerso en su mundo de hadas, hippies y tíos raros que sólo quieren bailar rock and roll. Trajo un montón de clásicos debajo del brazo, y lo dio todo durante dos horas; con su niqui blanco, la camisa de franela encima sin abrochar, sus pantalones desgastados, sus zapatillas sucias por el barro de Woodstock, los coros de Crosby, Stills & Nash, Pocahontas y yo. Todo estaba a sus pies, una legión de aficionados emocionándose con cada una de sus canciones, con el vello de punta en todo momento; y entregados a la causa.
El equipo de sonido de costumbre, un altavoz de 1000 Watios detrás de Neil, reventado por las miles de cuchillas de sus seis cuerdas, el calor humano de los suyos–uno de ellos Ben Keith-, dos coristas, su mujer al piano. La gente aclamando cada uno de los temas, con pasión y a veces con lágrimas en los ojos por la emoción de escuchar un “Cortez The Killer”, un “Pocahontas”, un “Old Man”, alguno de sus clásicos ocultos en discos como “Old Ways” o “Comes A Time”. Todo un lujo ver a un viejo de 64 años que puede dar lecciones a muchos jovenzuelos en cuanto a tesón y buen hacer, con un handicap de su salud frágil.
Se palpaba algo extraño antes de que empezara el concierto. Una expectación que sólo hay cuando sale al escenario un músico grande de verdad. Electricidad estática y un respeto absoluto hacia uno de los monstruos del rock en todas las décadas, algunas un poquito oscuras como en los ochenta con discos como “Landing On Water” o “Life”. Aunque personalmente reconozco que soy un fan de todo lo que hizo.
Finalmente salió al escenario y sonó “Mansion on the hill” del disco “Raged Glory”; empezaba a crujir el amplificador, para romperlo aún más con los primeros acordes sordos de otro clásico dedicado a Johnny Rotten –Hey Hey, My My-; siguió el momento inicial y mágico con “Pocahontas”, una versión electrificada pero no por eso menos delicada; he de reconocer que en este momento los ojos se me humedecieron por la emoción; pero en momento clave sin duda en cuanto a sonido, comunión con el público y ese ambiente que me llevaba directamente a un concierto de los Crazy Horse en los setenta fue “Cortez The Killer”, psicodelia de la buena se mascó en este tema, largo y tortuoso como la historia que cuenta. Seguimos con otro gran clásico que es “Cinamon Girl” en el que los melenudos y los calvos movían la cabeza. Con “Rockin’ In The Free World” nos volcamos todos.
Para dar un descanso tocó un himno muy suyo dedicado a la madre Tierra, titulado “Mother Earth”. Se colgó la acústica y nos recordó que todavía hoy el “Harvest” es uno de los discos de cabecera de cualquier aficionado a la música que se precie. Cuando sonó “Heart Of Gold” a más de uno se le abrieron las carnes; pero otro de los momentos clave fue sin duda “Old Man”; justo lo comentaba al de al lado –ahora estaría bien que tocara “Old Man”- y efectivamente sonaron los primeros acordes de este temón.
De nuevo se colgó otra vez la guitarra eléctrica y tocó otro de los himnos lisérgicos de su disco “Everybody Knows This Is Nowhere”. Con “Down By The River” y el tema que da título al disco finiquitó el disco más hippie de la carrera en solitario de Young. Huyendo un poquito hacia delante nos encontramos en 1985 con el disco de country “Old Ways” y tocó otro temazo “Get Back To The Country” con el que casi nadie se emocionó demasiado. Y como a Neil Young le gusta sacar disco prácticamente cada año, pues se sacó de la manga un par de canciones de su último disco y el abuelo se pone los cascos de tapón y hace de las suyas, ese country cañero y macarrilla que suena en un Cadillac después de medianoche.
Y para finalizar y como no podía ser menos, sin empalagar y habiendo pasado casi dos horas, sonaron los acordes mágicos de “Like A Hurricane” que después de pedirlo a gritos todo el velódromo de Anoeta, se hizo una espera larga hasta que salió toda la banda de nuevo y nos regalaron el mejor bis que pudieron.
Se dejaron en el tintero canciones míticas –y es normal- por que son casi 50 discos en solitario, y con Buffalo Springfield y colaboraciones… Pero dio lo mismo, fue un tiempo medido, sin empachos, y como cuando ves una gran película que dura 4 horas y te parece corta porque es una obra maestra, con Neil Young pasa lo mismo, mejora como el buen vino.
Que vivas muchos años Neil. Fuckin’ Up!!!!
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