Al principio decíamos que el Big
Festival era un festival pequeño, pero nada más lejos de la realidad. Es
pequeño en relación con otros festivales, en cuanto a dimensiones y
organización, pero sólo por el cartel ha valido la pena. Llegamos a eso de las seis
y media pasadas para aparcar con el coche, pero la odisea de entrar en estos
festivales es grande. Colas enormes, mucha vuelta para entrar, cacheo de
pertenencias, comprobación de entradas y siempre te entran ganas de mear en ese
momento de tensión, y sí, ya estamos aquí, hemos llegado, hey, pero me han
dicho que Neil Young y los Crazy Horse no tocan hasta las once… Bueno, con los
dos grupos que vimos no nos aburrimos en absoluto. Jonathan Wilson es un grupo
de folk psicodélico muy recomendable, que cambian de registro con facilidad y
tienen muchas tablas en el escenario. Y Gary Clark Jr. es todo un
descubrimiento, ya tengo un músico más para mi colección de talentos. Es algo
así como una mezcla de Ten Years After con Taj Mahal con toques de Prince, es
un guitarrista excepcional. Quien no lo conozca, por favor, que no le pierda la
pista.
Vamos con lo interesante de la
velada, ese momento mágico que todos esperábamos desde hacía meses. Yo tenía la
entrada hacía 3 meses, porque entre otras cosas nunca había visto a Neil Young
con Crazy Horse, y esto es algo que no puedes dejar para otra ocasión, porque
no sabes cuándo les vas a volver a ver.
Había quinielas entre los compañeros,
sobre qué tema sería el primero en tocar, nadie lo tenía claro, excepto una
persona que conoce al dedillo la manera explosiva de empezar los conciertos del
caballo loco. Remontándonos al “Raged Glory” de 1991, sonó uno de esos temas
que haces que ames a los Crazy Horse sobre todos los grupos; sublime comienzo,
me puso los pelos de punta, y una exaltación de alegría, tensión y fuego
interior brotó de mí. “Love And Only Love” fue el primer tema para arrancar un
aplauso en todo el estadio Aguilera de Biarritz.
Todos tenemos un tema que nos
encanta que toquen en un concierto de Neil Young, pero la discografía es muy
extensa, así que si no toca alguna es lógico. La mía es “Like A Hurricane”, que
al final no sonó. Pero sí lo hizo la canción favorita de mi compañero Mark –“Powderfinger”-
del “Rust Never Sleeps” (1979). Y a falta de “Cinamon Girl”, el tema que más se
parece es “Psychedelic Pill” del último disco con el mismo nombre. La explosión
es mayúscula, el ambiente se caldea más y más… Y me viene a la cabeza el “Driftin’
Back” del último disco y ya lo estaba saboreando, pero en un concierto de Neil
Young puedes encontrarte con muchas sorpresas.
Hubo un parón para que Neil cogiera
su acústica y la acompañara con su armónica. Cuando sonó “Heart Of Gold” fue un
momento emotivo y de saltarse las lágrimas. Todos esperábamos “Old Man” o “The
Needle And The Damage Done”, pero salió con una canción del mismísimo Dylan, “Blowin’
In The Wind”, todo un clásico que arrancó un gran aplauso del público, y fue un
momento de comunión con la gente. Y como todas las mañanas siempre vuelve el
Sol, fue entonces cuando tocaron una de las canciones más bonitas del último
disco “Ramada Inn”, fue una versión envolvente por momentos, creí notar la
presencia de Jimi Hendrix, y la presencia de nuestro amigo Óscar Alberdi
fallecido hace poco.
Después de ese momento de
concentración revivalera, con el “No Rain” de Woodstock sonando como fondo al
final de una de las canciones, llegó la tormenta eléctrica de verdad, “Rockin’
In The Free World” fue la hostia con patatas. Ese inicio de canción super
machacón, fue una catarsis de dimensiones bíblicas, la gente saltaba, se volvía
loca, cantaba el estribillo a viva voz, no hay palabras para este momento. Y
cuando creíamos que iba a tocar el “Satisfaction” de Rolling Stones, era un
error, porque en directo suelen empezar con un riff parecido el inicio de “Mr.
Soul”, una de las canciones más antiguas del repertorio de Neil Young cuando
tocaba con Buffalo Springfield, sonaba machacona, pesada, bestial…
Y si querías algo para acabar, Neil
te lo da, no hay concesiones, el público le quiere por eso, lo da todo, se
juntan en círculo en el escenario, aunque sea un escenario enorme, ellos hacen
piña para hacer ese momento de catarsis eléctrica. Es cuando suena “Hey Hey, My
My” (Into The Black), aunque Neil mezcló la letra de la versión acústica “My
My, Hey Hey”, él se reía porque era consciente de lo que hacía. No se olvidó de
Johnny Rotten, y eso de que es mejor arder que consumirse lentamente…
Neil Young tiene un corazón de oro,
un cuerpo de acero y un espíritu titánico e indómito. No se doblega ante nada.
Es la emoción hecha electricidad, sus canciones antiguas junto con sus
canciones más nuevas, hacen del espectáculo de Neil Young algo que está al
alcance de pocos artistas. Crazy Horse son respetados gracias a esa manera de
entregarse a la música y a su público. Neil Young, Poncho Sampedro, Ralph Molina y Billy Talbot son el rock and
roll vivo. La música no muere, solo se transforma. Fue hermoso y lo
recordaré siempre.
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